
En 1958, se gradúan las primeras mujeres policía de Suecia, un grupo de pioneras que marca un avance decisivo hacia la igualdad de género. Sin embargo, su incorporación no estuvo exenta de dificultades: obligadas a usar faldas incómodas que les rozaban como papel de lija, tuvieron que soportar las burlas de la sociedad, la falta de reconocimiento de los medios y el desprecio de muchos de sus propios compañeros.